La pedregada

Lo que parece una cena normal, con todo lo absurdo de esta palabra, se convierte en la antesala de una confesión humana, vital, capaz de cerrar una puerta de un golpe, pero siempre cerrar puertas implica abrirse otras nuevas: de historias antiguas y que todavía están por escribir, de jaulas vacías, de novelas no comenzadas, de velas que se soplan. Es el cumpleaños y último día de la vida de Oriol tal y como la ha vivido. Su padre, su madre y su amigo del instituto son invitados a una cena donde nada es lo que parece, donde el tiempo es un anfitrión más, donde el tiempo es más que tiempo, donde miles de preguntas buscan respuestas sin un éxito aparente. Sólo las preguntas se responderán con los sentidos de quien sigue la historia, con las dudas de quien nunca ha sufrido por amor, con el deseo de una nueva vida que comienza, con un secreto que nunca debería haber sido secreto, con un aliento de vida que humaniza, con la ambigüedad de la tormenta que hace vomitar las verdades de un mundo visto a través de las gafas de un padre, de una madre, de un amigo y de la Libertad.