Soc un boomer

Entre finales de los años cincuenta y principios de los setenta, la población en España creció como nunca lo había hecho. A esta explosión de natalidad se le llamó la generación del baby-boom. En aquella época el nacimiento de catorce millones de niñas y niños sacó la sociedad del amodorramiento y la tristeza, alteró la pirámide de la población hasta darle la vuelta a muchas estructuras del franquismo, como la propia educación, y después fue un de los reactivos de la vacilante democracia: en 1985 más de la mitad de los habitantes del estado tenían menos de treinta años. Ahora, con buena parte de sus miembros en el umbral de la jubilación, la generación del baby-boom todavía es la que mantiene el depauperado bolso que paga las pensiones, y el que deberá soportar, trabajando hasta la extenuación, el insostenible modelo protector de la Seguridad Social. En esta encrucijada vital colectiva, la crisis de la Covid-19 ha situado en el umbral del precipicio a los hoy llamados (con cierto tono despectivo) boomers.