El cant de les granotes

Huellas de cérvidos que se pierden bosque adentro, penumbras y crepúsculos que se funden con el largo invierno, hombres y mujeres que caminan solos y sin ayuda, un vasto territorio despoblado que dibuja el paso de las estaciones y que enamora al tiempo que reclama soluciones perdidas por los cajones del progreso y la uniformidad. La denominada Laponia española contrasta sobremanera con la falsa abundancia mediterránea, y actúa como refugio de quienes buscan algo más que bienestar transitorio y paz vacacional. Una tierra olvidada, sí, sin embargo una gran oportunidad, el espacio por el que discurre una rutina anónima que no aspira a grandes modernidades, allí donde uno puede reencontrarse consigo mismo mientras siente el rumor del río indómito o saborea la belleza de todo junto, desde el detalle más insignificante hasta la inmensidad inalcanzable: los perfumes de la naturaleza, la profundidad del lenguaje, la crepitación de la leña en la chimenea, el agua que se escurre por la ladera de las montañas, la sinfonía de un bosque tan bonito como desatendido, el silencio penetrante que todo lo ama... Con el respeto por bandera, el yo narrativo cae preso de un hechizo literario que se perfila mientras el frío se aleja y deja paso a una primavera onírica de letras infinitas.