Diré que m'ho he inventat

¿Qué hija se atreve a hablar claramente de la madre? Es necesario recurrir a la literatura para hacerlo, poner en duda la realidad y si es necesario inventar. Lo que podría haber sido uno de los días más felices de la vida de Marina, el del nacimiento de su única hija, fue el inicio de una relación nada ejemplar. Unidas por un vínculo atávico de pertenencia ya la vez terriblemente distantes, madre e hija nunca se entendieron. A raíz de la vuelta a la ciudad y al piso donde vivió con su madre, muerta hace años, la hija trata de reconstruir recortes de la vida de Marina. Varias fotografías, algunos objetos y, sobre todo, su experiencia como hija son los materiales a partir de los cuales emerge la figura de una mujer solitaria y luminosa, hija de inmigrantes franceses, de extracción trabajadora, con gustos burgueses, trasplantada en la gris Barcelona de los años cincuenta, que ve truncado su sueño de ser actriz; una madre inestable mentalmente, vital y depresiva, a veces seductora ya veces cruel. En el transcurso de esta búsqueda, y con el deseo, también, de que la escritura actúe de elixir del olvido, Marta Marín-Dómine, la mala hija, desafía los códigos impuestos a un amor que se ha pretendido desde de siempre incuestionable. El resultado: una historia íntima ya la vez universal, con tonos góticos, una lúcida reflexión sobre quiénes somos y qué transmitimos y sobre los límites y la "verdad" de la escritura, y un magnífico relato, ambicioso, sensible y sobrecogedor.