Lincoln, Beth
Beth Lincoln creció en el norte de Inglaterra, en una antigua estación de tren de la época victoriana. De pequeña le daban miedo muchas cosas, entre ellas las muñecas de porcelana, el puma de Durham y los armarios que la miraban de forma extraña. No se hizo muy alta ni muy lista, y no aprendió a tocar ningún instrumento, pero escribía historias, una mala costumbre que todavía conserva.