Espills badats

En unos tiempos en que la miseria de posguerra persistía, llegaron al mundo unas niñas gemelas que eran como dos espejos despistes; no se parecían en nada. Francesca era morena, de piel oscura, flaca y de poco empuje. Juana tenía el pelo rubio, los ojos azules y un color esclarecido en todo el cuerpo que era envidiado por las pocas amiguitas que tenían. A pesar de las penurias de la familia, estaban en un entorno rural que las podía acombojar y la vida todavía tenía que presentarles algún alma caritativa. Como siempre, el destino también les reservaba caminos complicados e incluso divergentes, como los rayos de luz reflejados por un espejo convexo.