Junto a la ópera italiana, la jota aragonesa se revela en apoyo fundamental de la incipiente democracia liberal decimonónica contra el oscurantismo de la última monarquía absolutista en Francia y la amenaza carlista en España, en una hibridación de géneros cultos y populares escenificada por toda Europa hasta la Primera Guerra Mundial.
Es así como la jota, aragonesa y liberal, toma el testigo de la jota, aragonesa y cosmopolita, desde la Siempre Heroica Zaragoza de los Sitios y la Cincomarzada a través de la trenzada peripecia vital de Florencio Lahoz, el organista de Alagón, Sebastián de Iradier y Pauline Viardot-García, a quienes se unen otros músicos españoles como Bretón, Sarasate o Falla. De este modo, en el contexto de la candidatura a Bien Inmaterial de la UNESCO, la jota aragonesa se convierte en embajadora del ideario liberal, anticipando el actual proyecto europeo de pluralidad.
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