Instituto de Estudios Turolenses, 2024
(e_librosdeteruel ; 10)
122 p. 24x17 cm.
9788417999575
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Debemos tener en cuenta que un retablo en el siglo XVIII no era únicamente una pieza para la contemplación, sino que en él se solapaban muchos factores y condicionantes que determinaban su resultado final.
Analizar la retablística turolense de esta centuria nos permite adentrarnos como la religiosidad o los actos protocolarios. También, nos descubre aspectos socioeconómicos como el estado de riqueza de la diócesis de Teruel en este siglo, circunstancia favorable que propició la reforma de numerosos templos y decoración de sus interiores.
Otra cuestión importante es quw las piezas que se han analizado no fueron ideadas por un único creador. En su concepción intervinieron muchos factores importantes para comprenderlas en su totalidad. El gremio estipulaba las condiciones en las que se desempeñaba el ofivio, después el escultor con ayuda del taller -en el que las funciones eran dispares- estaba al cargo de la ejecución y, por último, el comitente actuaba como iconógrafo.
Francisco de Moya, despuntó entre sus contemporáneos por la dimensión de sus encargos y por su temprana autoconnsciencia como artista, pero a pesar de ello, la historiografía lo olvidó rápidamnete. Su figura fue recuperada a mediados del siglo pasado por Santigo Sebastián, que le atribuyo obras de relevancia hasta entonces anónimas.Sus libros y artículos fueron los primeros en los que se puso de manifiesto la riqueza temática del escultor, su capacidad para crear escenografías y la activa relación con Pérez de Prado. Así, con el paso de los años, se configuró un catálogo extenso que se ha ido ampliando gracias a las aportaciones de otros autores como Cásar Tomás Laguía, Cristina Esteras o Ana María Gimeno.
Moya desempeño una labor fundamental, sin la cual no es posible comprender la escultura turolense del siglo XVIII.

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