En 1847, durante la construcción del palacio del marqués de Salamanca, se descubrió la entrada a un pasaje subterráneo con una puerta cerrada. Clavado en ella encontraron un viejo pergamino: «Que esta puerta no se abra. Que nada de lo que hay dentro salga. Pues en estos anaqueles duermen el mal y el infortunio».El marqués de Salamanca hizo caso omiso a la advertencia y ordenó derribarla. Lo que encontró tras ella le resultó tan sorprendente que informó a Isabel II y esta decidió llamar a la hermandad encargada de mantener a salvo a la humanidad de libros peligrosos, prohibidos y malditos. Se llamaban a sí mismos los Buchjäger, cazadores de libros. El pasadizo quedó cerrado para siempre y años más tarde la Biblioteca Nacional abrió al público en ese mismo edificio. Hasta ahora. Ahora, la Cámara Carmesí está a punto de abrirse

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