Todas las ciudades tienen la misma luna, el mismo sol, pero no en todas el amanecer -o el anochecer- acontece a la misma hora. Sus particularidades transforman, a través del tiempo, la sensibilidad de sus habitantes. No hay literatura que no las coloque bajo su tierna lupa. Sucede, y entonces las ciudades también son obsesivos personajes. Los textos que conforman Vuelen, Conejos, parecen demostrarlo: obsesivos personajes que crean a otros -por humanos- obsesivos personajes: música, patios, columpios, libros, lugares y sus referentes, seres que se han ido a la búsqueda de una nueva luz, vivencias, anécdotas, ficciones. Todo moviéndose muy lento -o muy veloz- ante el acontecer de los días, de las horas, como un envidiable minutario que ha logrado detener la vida para que ésta perdure un poco más. Pero nada puede echarse hacia atrás: han cambiado las avenidas, los ojos, las manos y los miedos. Otros vendrán a suplantar a los otros en las mismas "Calles de ladrillo". Quedan los recuerdos -el ejercicio de la memoria-, que aquí se resguardan como esos conejos que es posible (momentáneamente) en un mundo convulso, queda un poco del sueño que aún no ha terminado. Ésta es una selección de las colaboraciones que el autor ha publicado en las revistas "Corre, Conejo" (CC) y en "Dosfilos" (D). Los lectores encontrarán las referencias al pie de cada texto. |