El prestigio como historiador de Gil González Dávila entre sus coetáneos era notable, como testimonia Baltasar Gracián en Agudeza y arte de ingenio: “Erudito, noticioso, grave y muy sustancial historiador, el maestro Gil González de Ávila, cronista de España, eminente así en lo eclesiástico como en lo secular”. A pesar de su formación humanística y de sus conexiones con el Humanismo establecido, el cronista se presenta como un autor del Barroco, período en que el concepto histórico de veritas se decanta hacia la verosimilitud, hacia la congruencia entre lo narrado y el fin que se persigue, esto es, no tanto una “historia de la verdad”, al modo de la del siglo XVI, sino antes bien una “historia como teatro”, como lugar para contemplar las hazañas en un aspecto apologético. Manifestación de su erudición histórica, y entre sus primeras obras, es la biografía de Alfonso Fernández de Madrigal, El Tostado, promotor del Humanismo en Castilla durante el reinado de Juan II, necesaria para perpetuar “la memoria gloriosa de sus hechos”. Este texto, que se fue consolidando a lo largo de los años hasta llegar a una tercera versión en 1611 y es editado y estudiado ahora por vez primera, se convirtió en la fuente principal para todas las obras que han jalonado la construcción de la biografía del Tostado a partir del siglo XVII |