La poesía puede ser belleza, delicadeza, melancolía, tristeza, alegría..., pero sea como fuere, todo comienza de la misma forma: con pocas palabras hay que construir un mundo, hacerlo armonioso, crear un ambiente, dar vida a un folio en blanco; en definitiva, construir una casa preciosa, segura y sólida, con materiales contados, para atrapar al lector en un mundo distinto de su cotidianidad. La poesía de Marianne Maldonado, efectivamente, nos saca de nuestro día a día y nos trasmite un calidoscopio de sentimientos y emociones: amor, ternura, lágrimas, esperanza, vida, silencio, olvido, felicidad, envidia, tristeza, embrujo, envidia y un largo etcétera. Apoyada en su formación humanista, nos lleva a escenarios muy diversos, desde San Juan —caribeña y portorriqueña, siempre tiene a su isla presente, como una especie de ancla que la afianza en el mundo— a Nueva York, pasando por España. |