A cada cerdo le llega su San Martín, a cada hormiga su momento de tribulación. Entonces, mejor en una celda. Entonces, ¡ojalá que las paredes que te oprimen sean físicas! ¡Que no cedan ni un ápice cuando empujes con todas tus fuerzas, pues si media un atisbo de esperanza estás perdido! Que las sombras que se ciernen sobre ti te cubran completamente, permitiendo mantener intacto tu pudor. Habrá quien sin ruborizarse afirme que todo es para bien, que así es la Providencia, que es en estas circunstancias cuando se ve el auténtico temple de una hormiga. Que no se añada al dolo, engaño. Todo se desmoronará dentro de ti y de la metamorfosis emergerá necesariamente una hormiga peor. G.L.L. |