| «Volar es lo que nos queda a los niños», dice el poeta; y es que al crecer solamente somos lo que los adultos hicieron de nosotros en la infancia: los afectos, el apoyo, la construcción de nuestra personalidad, tanto como el miedo, el abatimiento, la incomprensión, el terror a arruinarlo todo y ser castigado, a fallar, a ser observado y medido en cada acto de nuestra vida, son formas de las que muchos de nosotros no logramos atravesar al correr del tiempo y hacernos adultos. JR Spinoza lo entiende, comprende las dolorosas infancias que se han convertido luego en adultos poco funcionales y llenos de enigmáticos comportamientos; y en esta historia explora la posibilidad de un grupo de amigos de la infancia que se reencuentra con el fin de acceder a la justicia, algún tipo de justicia que pueda el lector hacer suya, para salvar aquellas infancias que pudieron reconocer quizás como propias. Siguiendo la tradición de Charles Dickens, JM Barrie, Kenzaburo Oé, Charles Bukowski, para las historias de infancias terribles, de niños perdidos o jovencitos violentos, JR Spinoza salpica esta historia con un halo fantástico en el que el lector puede sentirse atrapado desde la primera. escena: una joven mujer va en busca de un amigo de la infancia para volar y recuperar a sus demás cómplices de travesuras, y con ellos encarar una aventura final, que quizás los hermanas de nuevo o terminen por corromperlos del todo; y es que en las historias todo puede ocurrir, porque la literatura, como la vida, siempre nos traerá sorpresas. |
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