Un pequeño puerto de pescadores en una isla del Mediterráneo. Costa montañosa y escarpada, salvaje. Un malecón, una rada y un varadero, todo de dimensiones discretas, fundidas en el paisaje. En lo alto tres o cuatro laúdes de pesca y más arriba, frente al mar, varias casas en pendiente. Los días de calma es la imagen de un paraíso escondido; los días de tormenta, la furia de la naturaleza». Así comienza este libro en el que el autor rememora la vida transcurrida durante treinta y tres veranos en una de esas casas, probablemente la más importante de su vida adulta. Es la casa de la familia, de las reuniones con los amigos, de las lecturas, de los baños en el mar... |