Veinte y muchos años después de su edición original, Verónica Zondek ha decidido reunir en un solo volumen dos libros que, en cierto modo, marcan un antes y un después en su poesía: El hueso de la memoria (Buenos Aires, 1988; reeditado en Chile en 2011) y Vagido (Colombia, 1990; reeditado en Argentina al año siguiente y, de nuevo, en 2014 en Chile). Más allá de su cercanía temporal, se trata de libros que se acoplan o articulan como goznes para trazar una línea (oblicua y acaso discontinua) capaz de asumir el pasado sin dejar de mirar al frente, hacia el futuro de los herederos y la esperanza realizable. Una línea, en fin, donde confluyan lo político y lo doméstico, lo colectivo y lo íntimo, la palabra y el cuerpo, que sea traza de cardiógrafo y raya de horizonte. No es poca tarea, desde luego. Sin embargo, Zondek la encara sin titubeos, con las dosis justas de ira, insolencia y dureza verbal. «NO OLVIDO», escribe la poeta con santa cólera en El hueso de la memoria, y ese duro deseo de durar se vuelve, en Vagido, hacia el milagro doloroso del parto, su ebria materialidad, como si sólo haciendo luz sobre el pasado nos ganáramos el derecho de alumbrar un futuro. |