Más que historias completas, Amorós nos brinda retratos sumarios, anécdotas curiosas de algunos personajes. Sólo en tres casos se cita por su nombre a los protagonistas: el músico Carmelo Bernaola, el escenógrafo Sigfrido Burmann y el torero Ignacio Sánchez Mejías. En todos los demás casos, ese nombre se omite; están inspirados en personajes reales, pertenecen al mundo que el autor mejor conoce: escritores, profesores, artistas, toreros... Pero siempre combina rasgos de varios y añade elementos ficticios, que ayudan a completar su perfil. Nadie, pues, puede sentirse ofendido por estos retratos, pero el lector amigo de descifrar enigmas se entretendrá intentando averiguar la identidad del modelo real: quizás acierte pero no es seguro. Tras deleitarnos con su ensayo sobre la verdad de los refranes, o mostrarnos alguna luz sobre las cosas de la vida en su particular guía para perplejos, el maestro Amorós nos regala estas historias donde en algunas predomina el sarcasmo; en otras, el afecto y la compasión; en todas, una ironía de clara filiación cervantina, que contempla y disculpa las debilidades de nuestra condición. Por eso, Amorós ha adoptado el lema de Shakespeare: «Son cosas de hombres y mujeres, nada más». Todos somos hijos de Dios, pero no somos ángeles y el diablo no para de enredar. |