En Teresa Pascual no encontramos sobreabundancia ni triunfos, tampoco nostálgicas enredaderas por las que la luminosidad de la vida trepa y se impone a la oscuridad. No se trata de este clásico y bienintencionado coraje vital. Las sombras, su pétrea realidad, son una constante y natural figura que alienta la luz de los cuerpos -y de las cosas-. Poemas tensos, centelleantes y sigilosos, en el filo, hundidos. Una escritura medular que parece sobrevenir de un eco perdido, pero también de una tirante idea de la imagen que mira, atentamente, la respiración o su cese. |