No somos nosotros quienes construimos el mundo, sino que el mundo construye lo que somos. La verdad y la realidad a la que ella se refiere, en lugar de ser construida por las débiles facultades de los seres humanos –tal y como han pretendido tantos filósofos con su habitual modestia– emergen por su propia fuerza en un movimiento del mundo al pensamiento. Abrirse a la realidad como emergencia es darse cuenta, por tanto, de que hay más cosas entre la tierra y el cielo de las que sueñan nuestras filosofías. El mundo tiene una función positiva: es la estructura de la que surgen los seres vivos, su mundo social y su mundo ideal. Ahora bien, ser realista no significa aceptar lo real; por el contrario, significa intentar conocerlo para poder transformarlo sin olvidar, no obstante, que si somos nosotros quienes intervenimos en el mundo aportando novedad y posibilidad, es sobre todo porque el mundo nos precede con una historia evolutiva de la que los seres humanos tal vez seamos un resultado afortunado, pero ciertamente tardío. |