Blanca Varela es una poeta que no se complace en sus hallazgos ni se embriaga con su canto. Con el instinto del verdadero poeta, sabe callarse a tiempo. Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el amor, el tiempo y la soledad. Y, también, una exploración de la propia conciencia. Poesía contenida pero explosiva, poesía de rebelión. La pasión brilla, arde, se concentra y afila en una frase que es, a un tiempo, un cuchillo y una herida: Amo esa flor roja sin inocencia». |