Lo que ocurría con Sáenz de la Calzada era otra cosa: su personalidad, autodiseñada —conviene decirlo— en la histórica Residencia de Estudiantes, se lograba en una conciliación profunda del pensamiento científico y la conciencia estética; era, para decirlo en una sola palabra, un humanista...no lejano de pautas renacentistas según las cuales en la perspectiva del pensamiento se daban la mano las ciencias y las artes creativas, concertadas todas ellas precisamente en eso, en una comprensión humanista de la existencia. [...] Creo que estamos ante un entrañable ser humano que reunía en una misma pasión todas las formas de conocimiento a su alcance, que eran muchas. En él, por así decirlo, el conocimiento y la creación, ya fuesen científicos o estéticos, no era sino estados distintos del mismo crear y conocer; entre éstos, quizá, la poesía fue secretamente privilegiada. |