Ninguno de los artículos reunidos en este libro plural que recoge nuestros trabajos pretende hacer ontología de la imagen. Todos estamos habituados a pensar la imagen desde la concreción, ya sea de prácticas artísticas, ensayos o prácticas curatoriales, pero también desde lo concreto que tiene la experiencia de esas imágenes dispuestas dentro del gran dispositivo de control que funciona como hábitat cotidiano y de los reversos que convoca, puntos de resistencia donde se concentran pensamientos y afectos. Pensar la imagen tiene mucho que ver con la construcción de un dispositivo para hacerlo. Cada cual el suyo. Un dispositivo con diversas variantes que atraviesan las disciplinas más establecidas y que incorporan inevitablemente los mecanismos de producción, exhibición y recepción, también su capacidad performativa en relación con los diversos acontecimientos políticos mediados por la tecnología. Todos somos conscientes o estamos asentados en un paradigma que admite desde hace tiempo que los problemas de visualidad implican una construcción social de la mirada. La escritura que tan en cuenta tiene a las imágenes, como es el caso de este libro, se abre como herramienta política para localizar y analizar los problemas en un ensamblaje socio-técnico que está trastocando nuestra sensibilidad, nuestra capacidad de reflexión. Lo que no cabe duda es que cada uno de los ensayos pone de manifiesto la importancia que tienen hoy en día las formas y los formatos abiertos a la experimentación del pensamiento. Comienza Josu Larrañaga, en Imágenes/arte en la sociedad de rendimiento, argumentando que la caracterización de la imagen/arte en la sociedad actual tiene que ver, por un lado, con unas imágenes debilitadas o incluso diluidas hasta la liquidez en un magma visual volátil, invasivo, indiferenciado y compulsivo, y, por otro, con una nueva sociedad de control asentada en la sobre/positividad y el rendimiento. Y nosotros en medio de este estado de cosas, en constante proceso de subjetivación, en un perpetuo devenir motivados por un deseo que estriba fundamentalmente en seguir deseando. Consciente de que, en la segunda mitad del siglo xx, la persecución infinita del deseo del consumidor caracteriza la construcción de las subjetividades neocapitalistas, Jaime Vindel con La imagen de las cosas: cuerpo y objeto ante la crisis de consumo, se involucra en el interés de Pasolini por adentrarse en los terrenos de la semiótica, más allá del lenguaje comunicacional. Vindel apuesta por rescatar en Pasolini (o con él) ese componente bárbaro de lo real que emergía en su poesía friulana con una connotación positiva, en tanto se opone al italiano «normalizado y tecnocrático del neocapitalismo». El artículo alerta sobre el exceso de optimismo autocumplidor en las políticas del acontecimiento avalado por la tecnología y, siempre desde una perspectiva materialista, se pregunta por la posibilidad de inventar procesos de subjetivación basados en una «imagen-cuerpo» alternativa, radical y liberadora. Las relaciones entre cuerpo y tecnología permiten a Loreto Alonso considerar la imagen teniendo en cuenta sus condiciones de aparición en interfaces tecnológicas relacionadas con las sociedades de control y los modos de agenciamiento que están favoreciendo. En el texto que titula Un acercamiento a interfaces húmedos y para considerar la función de las representaciones en la construcción y transformación de la subjetividad social, propone repensar la modificación que sufrimos en la economía de la atención y la sujeción al control, teniendo en cuenta lo que denomina ensamblajes húmedos, compuestos por elementos secos –inorgánicos– y mojados –orgánicos, biológicos y culturales–. Daniel Lupión se adentra en un momento que paralizó nuestros cursos y seminarios y generó una auténtica tormenta en nuestro proyecto. En 15M. Acontecimiento y representación se pregunta sobre la función de las representaciones en la construcción y transformación de la subjetividad social. Considera que cualquier ciudadano, participase de forma directa o indirecta en el 15M, estuviese o no de acuerdo, incorpora, al igual que los medios, la lógica maquínica del capital y tiene, en consecuencia, una sensibilidad inducida a la hora de realizar una valoración crítica de todo ello. Lupión parte de la teoría del acontecimiento de Maurizio Lazzarato para mostrar la relevancia de la dimensión colectiva y heterogénea de los movimientos sociales en la institución de una nueva práctica política. También desde la experiencia de los acontecimientos que generaron esa ola revolucionaria, Pablo Martínez esboza en La abstracción de la masa un trabajo dialéctico que pone en juego a partir de determinadas representaciones de masas. Recaba hitos filosóficos, sociológicos o literarios leídos a través del hilo conductor que determinados dispositivos artísticos posibilitan –pero también de cultura visual–, que dan lugar a una comprensión más heurística de la trama disciplinar: de los Lumière a Goya, pasando por Canetti, Rabih Mroué o la imagen de las mareas. Una insistente obsesión en repensar, por volver a Vindel, aquellos elementos asignificantes de ciertas imágenes que ayudan a filtrar la potencia o sin razón de todas las representaciones que, a partir de los primeros análisis de la modernidad, hemos etiquetado con esa palabra informe y peligrosa: masa. Santiago Lucendo se acerca al título del libro y en Pensar con las imágenes. Pensar con el monstruo presenta algunas metáforas de nuestro imaginario donde se ha venido alojando la política y (la estética) de la deuda. De entre ellas se pregunta si por ser esencialmente constitutivas del mundo contemporáneo, las imágenes de lo monstruoso ayudan a una mayor comprensión de los abusos y excesos del poder. Concluye que precisamente porque han jugado un papel fundamental en la configuración moderna –forman parte del tejido cultural– es pertinente preguntarnos si pueden ayudar a pensar el presente y cómo
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