La cosmovisión medieval de la mayoría de los cronistas y pensadores de los siglos centrales del Medioevo coincide en sus elementos básicos: un mundo salido de las manos de Dios creador, origen del poder político de emperadores, reyes y nobles, y del eclesiástico: papa y obispos. Ese principio fontal, trascendente y sagrado —teocracia—, convertía las actuaciones de las personas investidas de poder en sagradas —hierocracia— y en ministros o servidores del Reino de Dios que se constituye así en un verdadero arquetipo político, y cuyo reflejo más acabado eran los reinos y reyes bíblicos. D. Pelayo, obispo de Oviedo (1101-1130), puede considerarse como uno de los mejores representantes de este pensamiento típicamente medieval. Su concepción historiológica se vislumbra ya de forma implícita en la composición y ornamentación del Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo: «seguramente, uno de los mejores cartularios románicos producidos en Europa» durante los siglos XI-XII. El gran prelado de San Salvador fue capaz de poner en marcha un activo Scriptorium —que solemos conocer como Scriptorium Pelagianum—, del que salieron numerosas obras de la más diversa índole: copias de crónicas o historias con interpolaciones, pequeñas piezas, ingenuas o con noticias pintorescas, a veces falsas o completamente desconocidas; y su propia historia de los reyes leoneses, hasta Alfonso VI (1065-1109): el Chronicon de don Pelayo, concebido como remate de una gran enciclopedia de los reyes godos. La edición crítica del mismo, la traducción castellana y el estudio de sus contenidos ideológicos, constituye el objeto de esta investigación. |