Lucrecio imaginó una flecha voladora lanzada hacia el infinito, para probar si el espacio tenía límites. Esa flecha son las palabras, los participios, los futuros, los condicionales. Cómo nos orientan y nos desorientan, y qué podemos hacer para mejorar la ruta es la materia elemental de este libro. Aquí el autor abre pasadizos, remueve significados con ironía y malicia, inventa y distorsiona, por caminos que, después, a la vuelta, parecen fáciles porque ya han sido transitados. Las palabras al mismo tiempo nos ayudan y nos confunden, cuando hay que situarse entre la información que nos rodea. En Pasadizos se razona siempre pensando que el lenguaje, y las palabras, forman parte del cuerpo humano, que también produce sus propios errores de percepción, y a la vez categorías, objetos, enlaces. Espriu el oscuro lo expresó en estilo agreste, «las palabras son / horcas donde cuelgo / trozos de razón». Pero no hay ninguna certeza en todo ello. Digamos que, como mínimo, hay una determinada disposición a no dejarse encandilar del todo y a aprovechar el contraluz —para volver a casa. |