Este libro es un retrato en familia, que pese a las adversidades deja un testimonio difícil de forjar. Su lectura en presente es importante, pero quién sabe si hacia futuro será todavía más significativa. De las generaciones anteriores es difícil encontrar una huella semejante. Los testimonios llevan también un sentido de compromiso, que de alguna manera se debe honrar. Todos aspiran a dejar lo mejor de sí mismos, en el plano de la creación, pero también todos están conscientes de sus limitaciones. Aspirar a más está en la naturaleza de todos, pero no como ambición, sino como hondo sentido de responsabilidad. Hacerlo cada vez mejor crea una onda de choque que también incide en el entorno. Este Nuevo país de las letras es un continente que nos trae un nuevo género humano: los escritores del porvenir. Por sus actos los conoceréis. Una parcela destinada a ser un nuevo territorio: el de las revelaciones y el imaginario, el de las apuestas y los juicios, el de las afirmaciones y las sentencias. Belleza y tragedia bajo un solo abrazo, verdad y desazón como un solo soplo, vida y muerte como el único de los dilemas. Llega la hora de las nuevas voces, llega la hora de las palabras inolvidables, llega la hora del nuevo país.
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