Pidal Montes no escribe con tinta, lo hace con sangre y con carbón. A este genial poeta asturiano no se le atascan las metáforas, a veces esculpidas a golpe de martillo-realidad, otras, a soplos de incontables vientos de borrasca. Nadie se salva es indudablemente un título que arroja cierto escepticismo, pero que no se desoriente el lector, lectora, porque como acertadamente comenta en el prólogo la poeta Sofía Castañón “Nadie se salva, pero hay absolución en estos poemas para quien haga el camino de ida, la pregunta. Hay una opción si te detienes, si escuchas, si te cuestionas”. Y Pidal Montes se detiene, escucha, cuestiona y dialoga con la realidad de su entorno social y de sus circunstancias personales. Pidal Montes nos desvela en este magnífico poemario los matices y colores que conforman su acuarela cotidiana. Nadie se salva es un canto al compromiso con la historia y la cultura asturiana y de sus gentes. Es una invitación a la lucha y a la dignidad. Es un descenso a los abismos del autor, pero también un trepar hasta la luz y la calidez del amor a los suyos y de los suyos. Nadie se salva, efectivamente, si llegado el momento uno no es capaz, como dice el poeta, de derribar la puerta a golpes cuando esta se cierra de par en par. |