Ha sido la de Andrés Castaño casi una vida entera de silencio. Un silencio asumido, pero que le quemaba el alma para aliviarse en la intimidad de sus confesiones a un papel en blanco. Un silencio guardado en la memoria y que ahora, en el otoño de esa vida de entrega a los suyos y a los otros, se atreve, por fin, a romper para, sin renunciar al padre, al esposo, al amigo y al maestro, descubrirnos también al ser humano, al soñador; al poeta que busca en su interior ese deseo imposible. Andrés Castaño es poeta y maestro. La pasión y la vocación unidas por las letras en el vivir de un hombre bueno. Bueno como ese Machado, don Antonio, maestro como él y al que Andrés admira y al que también mira cuando escribe. Un hombre bueno que escribe, que se encerró en su silencio durante muchos años y que ahora desnuda su memoria para cumplir un sueño, para entregarnos su alma sin pedir a nadie. Como siempre ha sido. Sin demandarnos nada. Sólo para estar allí cuando ellos, cuando ella, la mujer, la compañera, necesiten una mirada de aliento y el calor de su palabra. Para vivir con ella, con ellos, con nosotros cada gozo y sorber, así, cada trago de la vida. Así es Andrés. Así es el hombre. |