En los últimos dos años, el Mediterráneo se ha convertido en la frontera más peligrosa del mundo. En sus aguas -las nuestras- pierden la vida miles de seres humanos que no son sólo inmigrantes a la búsqueda de mejores condiciones de trabajo, de una vida mejor, sino también y cada vez más, personas que huyen de diferentes formas de persecución: refugiados que deberían poder solicitar y obtener asilo. Los dirigentes europeos se declaran consternados después de las catástrofes de mayor impacto, vierten sus lágrimas de cocodrilo y claman contra las mafias que trafican con seres humanos. Después de la enésima tragedia, en aguas de Libia, en la que perecieron al menos ochocientas personas, se proclamó una "Nueva Agenda migratoria europea", que incluiría criterios para distribuir entre los Estados miembros a unos 40.000 refugiados. El bochornoso espectáculo, propio de un bazar, en el que los responsables políticos europeos (sobre todo de España, Reino Unido, Hungría, Polonia) pugnaban por rebajas en las cuotas de refugiados hasta conseguir que todo quedara en un criterio de voluntariedad, fue denunciado contundentemente por Sami Na"ir como una cortina de humo que difícilmente podía tapar nuestras vergüenzas y ocultar dos hechos escandalosos. La ridícula desproporción entre la dimensión real de la crisis (sólo en Siria, 4 millones de personas) y la respuesta europea y, en segundo lugar, la verdad sobre quiénes asumen la carga de la solidaridad: países africanos y asiáticos, no los europeos. ¿Debemos seguir asistiendo los ciudadanos europeos, entre la indiferencia y la impotencia, a esa tragedia? ¿hay otras políticas migratorias y de asilo posibles? ¿Qué medidas se debería adoptar? El autor del libro, que trabaja sobre estos problemas desde el año 1990, trata de ofrecer elementos de análisis y propuestas que permitan evitar que sea la propia Unión Europea, sus principios y valores, quien naufrague en esta tragedia. |