Los poemas de Yolanda Castaño entran decididos en materia, no disimulan, no pasan de largo suspendidos apenas en un eco. Las hijas y sus espesores, las horas cargadas de ADN, el clan y las torgas de la sangre, la familia y sus ortodoxias, las moneditas de plástico de ese amor... Y no, no es el tiempo lo que resuena, es el sutil engranaje activando la alerta: Veré en mi cuerpo ser tarde. El itinerario que perfila esta materia abandona lugares transitados, liturgias complacidas, desacraliza instituciones y su estructura replicante, reformula ecuaciones, desea un vendaval. La poeta, indócil para estos tiempos, huye de patrones y versos confortables, da un giro más de manivela, hace sonar otra dicción. Ya no se conforma con el esquema que determina el salto de su pie en el suelo, la rayuela; el poema traza otro mapa, quizá una esfera, y afirma: Recóndita hija mía: tu futuro queda atrás |