Carmen y Andrés, enamorados sin medida, debieron partir para París, pero él se quedó esperando en el andén. Ella no acudió. Terminado sus estudios, Andrés volvió a su pueblo situado a unos pocos kilómetro de Xàtiva, sin haberla olvidado. Veintitrés años después ella debió volver a Valencia y casualmente fue vista en la cafetería Hungaria por un amigo de él, pero cuando quiso hablar con ella había desaparecido entre la multitud de aquella céntrica calle valenciana. Cuando se lo comunicó a Andrés, este se personó durante varias tardes en aquella cafetería, pero nunca la encontró. Dejó un billete de cien pesetas al dueño de la cafetería para que le avisara si aquella mujer de pelo negro rizado, ojos pardos y mirada triste, volvía otra vez. Así aconteció varios meses después. Avisado por el dueño de la cafetería Hungaria, volvió a presentarse cada tarde hasta verla entrar aquella tarde por la puerta |