La Ley de la Memoria Histórica de 2007 revisó la Historia al instaurar como dogma de fe la responsabilidad al cincuenta por ciento de ambos bandos en la contienda civil, en lugar de aplicar la legislación internacional en los crímenes contra la humanidad. Son estas contradicciones, precisamente, las que hacen que queden muchas heridas por cerrar en nuestra cercana “historia de la infamia”, lo que ha hecho que las Asociaciones por la Memoria Histórica hayan dado un paso adelante y, además de reclamar un resarcimiento moral a los luchadores antifranquistas, exigen ahora un reconocimiento jurídico de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura, y la necesidad del permiso de un juez que levante acta para exhumar las fosas comunes donde reposan los restos de los represaliados del franquismo. Reclaman, en definitiva, que no desaparezcan las pruebas de los delitos cometidos contra la humanidad. Cerca de ocho mil hombres y mujeres armados y unos cien mil apoyos o enlaces constituían las guerrillas que fueron un auténtico “quebradero de cabeza” para el régimen de Franco desde el final de la guerra civil y, sobre todo, entre 1944 y 1948. La grandeza moral de las guerrillas consiste en que aglutinaron a los combatientes de las diferentes filiaciones de izquierdas en aras de alcanzar un objetivo común: la lucha contra la dictadura y la reinstauración de la República democrática. Las andanzas de «Juanín», «Quico», «Facerías», «Foucellas» o Manuel Girón pasaron a formar parte del imaginario popular y a convertirse en parte de la leyenda. Estos héroes alcanzaron su mayor triunfo al reivindicar la dignidad de su causa, que intentamos que permanezca viva a través de estas páginas y que en gran medida fue la «lucha por las palabras». |