A Fidel Ruesga nadie le había explicado en qué consistía la vida, de modo que un día, en la pared que se alzaba a los pies de su cama, empezó a construir una ventana. No hizo un agujero ni tiró el tabique. Aquella era una ventana de mentira, llena de fotografías luminosas, de recortes de revistas y libros maravillosos. Y así continuó hasta que no pudo ver ni un simple centímetro cuadrado de pared: había diseñado su propia existencia, su universo de ficción, a modo de collage. Fidel creía que así su vida estaba a salvo, trabajando en una pequeña papelería, lejos de las ataduras que le hicieron infeliz en la juventud. Sin embargo, una nueva pareja de vecinos y la vuelta de su madre al hogar acabarán por revelar ese pasado que tanto se ha empeñado en ignora |