Largo poema unitario, Lo solo se funda de dos modos: entretejiendo los elementos físicos del espacio y de la memoria con un hilo especulativo y una fuerte tendencia a la abstracción, por una parte; y, por otra, mediante el poder del ritmo, energía sonora y estructural que va moviendo el poema. En este marco, todo se desliza fluida y ambiguamente con el dinamismo de un juego de contrarios, las imágenes se van cargando y descargando en el desarrollo del poema, impidiendo que el valor de cada elemento esté dado de una vez. La propuesta de un retorno al origen, a partir de una revelación producida por el paisaje de la infancia, impulsa lo que el poeta llamaba experimentación conceptual: “procedimiento de profundización de una idea, de una intuición, llevándola tan lejos como sea posible en sus representaciones”. Remite esta escritura a las variaciones y grados de la conciencia, a sus momentos de luz y de penumbra, a las relaciones que mantiene con la percepción, el razonamiento, la memoria, la inspiración o la experiencia. Y, siguiéndolas, se asoma el lector a una indeterminación temblorosa, a veces espejeante, otras veces vibrátil, una reverberación que nace del propio texto. |