i Seamus Heaney, a quien el poeta interpela en su proemio, fue conocido como «el poeta de lo cotidiano», nada más cotidiano en nuestras vidas que el dolor ni nada más humano que la voluntad de reparar el daño. Quizá la poesía no restañe las heridas ni nos redima, o sea la única forma posible de subsanar nuestros errores. Impelido por el sentido de la urgencia, con lenguaje despojado y nítido, los versos de Fernando Jaén desentrañan con apostura clínica, con sabia precisión y cierta ternura no exenta de resabio a cicatriz una historia de amor que lo es —además— al poema vívido y vivido, a la poesía como encarnadura: ajena y propia, única y cualquiera. |