Las proximidades van enlazadas con la percepción y con el cuerpo; se trata del yo que percibe como ser separado pero también forma parte de una masa de gente; o percibiendo algo, un objeto, por el tacto que acerca y la mirada que aleja; o la percepción de un pensamiento que se hace verdad en el acto mismo de ser percibido. La imagen de una mujer en el cuadro de la tienda atraviesa el dintel del espacio-tiempo y se aproxima al presente porque el tiempo no es lineal sino que se estira y encoge y por eso los contactos son posibles. En ese contacto, como el contacto entre percepción y palabra, se tiene la experiencia del calambre que es el instante de revelación en el orden de lo cotidiano. Estas proximidades implican un rechazo de la tendencia a la trascendencia. El cuerpo se confronta con la multitud de muchos cuerpos donde como un cuerpo sin órganos está abierto, sin sujeción a ningún organismo. Pero se da el peligro de la disolución, de la pérdida de individualidad |