Ladrón de bicicletas, una de las más logradas colaboraciones entre el director Vittorio De Sica y el guionista Cesare Zavattini, es una película esencial en la historia del cine. Ante todo, porque se trata de un filme admirable y que sigue emocionando –ese era su gran objetivo– de una manera similar a como lo hizo en su estreno. Pero también porque es una de las más esclarecedoras muestras del neorrealismo italiano, una tendencia cinematográfica que desde la posguerra, e incluso antes, estaba empezando a sentar las bases de la futura modernidad fílmica, y que influiría considerablemente en el cine mundial. La película narra algo tan habitual en la Roma de entonces como el robo de una bicicleta. Pero para Antonio Ricci y su familia adquiere tintes de tragedia, ya que la condición indispensable para desempeñar el trabajo que acaba de conseguir, tras dos años parado, es la posesión de una bicicleta. Junto con su hijo Bruno buscará desesperadamente por toda la ciudad su ansiado vehículo, mientras se nos irá presentando un variado muestrario de situaciones y tipos de todo el espectro social. Por primera vez en España se analiza la versión íntegra, incluyendo las escenas que fueron eliminadas por la censura franquista. |