La función del narrador no consiste en narrar, sino en crear. De ahí que una buena prosa es algo más que un rosario de penas contadas con pulcritud, porque la tristeza por si misma no es sinónimo de calidad literaria. Hace falta algo más. La realidad, efectivamente, es el punto de partida; el escritor debe nutrirse de la realidad, nunca defenderé una estética retirada en torres de marfil que reniegue de la condición humana. Sin embargo, no podemos quedarnos en la mera narración de acciones, que puede ser interesante, incluso memorable, porque el arte requiere reelaborar la realidad por infinidad de procedimientos creativos, el más sencillo de los cuales puede que sea alterando las asociaciones habituales de significante y significado. Un coqueteo descarado con el absurdo |