«La voz socarrona y tierna de Karmelo C. Iribarren constituye un irremplazable testigo del mundo circundante y de nosotros mismos. En una suerte de transustanciación, la mirada del poeta se detiene sobre lo aparentemente pequeño, transformándolo ante nuestros ojos en principio universal que amplía la perspectiva y nos obsequia espacios alternativos de pensamiento. A través de una honda sensibilidad personal hacia el paso del tiempo y sus irremediables cambios vitales, la poesía de Karmelo se vuelve una vez más, con La última del domingo, un himno a la belleza de lo cotidiano y a la conciencia de la finitud». |