El poeta Marçal Font Espí, en el prólogo introductorio, y casi a modo de advertencia, comenta de este poemario “Tómese a bien el lector cambiar la ambrosía por el Jack Daniel’s”. Porque ciertamente, para Ricard Millàs, escribir poesía es como tomar una curva cerrada a 160 Km/h, aún a riesgo de caer por los acantilados de sus propios fantasmas interiores. Ricard Millàs se adentra, en La sombra del felino, en las alcantarillas de sí mismo como sombra de gato callejero y vuelve a emerger a la superficie para narrarnos su mundo, ese mundo que late bajo la piel de cada uno y que en su caso se manifiesta a modo de show de cabaret donde tienen cabida amores y sueños trasnochados, insomnios infinitos, excesos en garitos llenos de humo y de damiselas de largas piernas. Un mundo caleidoscópico donde, si bien todo cambia de forma y de color al doblar cada esquina de sus versos, donde nada es lo que parece ser, podemos encontrar y aspirar una buena bocanada de realidad, esa que a veces nos besa en la boca, pero que en muchas ocasiones nos araña el corazón. |