En la base de este ensayo está la convicción de que el exterminio nazi de los judíos europeos constituye un acontecimiento epocal, que marca de forma indeleble la historia posterior a 1945. Muy en particular, la creación cultural del período. Ni las ciencias humanas, ni la representación artística, ni la filosofía –obviamente, tampoco la religión o las prácticas políticas– han atravesado indemnes la conmoción de la Shoah. El volumen de la producción cultural resultante, siendo relevante, parece, con todo, mucho menor de lo que el trauma debiera haber desencadenado. ¿Cómo tanto puede haber dado lugar a tan poco? Quizá porque, más allá de la tematización explícita, la presencia del acontecimiento maldito opera de forma oblicua o indirecta, diríase que clandestina, en toda la cultura de posguerra.
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