Disponible bajo pedido
Piedad Bonnett nació un 18 de enero de 1951 en Amalfi, pueblo del nordeste antioqueño en el que transcurrieron ocho años fundamentales de su vida. Uno de sus poemas más luminosos es «Volver al tiempo de los techos altos», donde emplea por primera vez la imagen del techo —sÃmbolo de protección— para cantar el paraÃso perdido de la infancia. Este tiempo de felicidad se encontraba representado, sobre todo, por la madre, que la enseñó a leer y a la que recuerda tan amorosa como bella. Gracias a ella —hija de maestros, debió abandonar su profesión al casarse—, la niña descubrió sus dotes como versificadora —imitaba sin dificultad a los ocho años las obras de Campoamor— y leyó con delectación todo lo que caÃa en sus manos: desde Bécquer a El tesoro de la juventud, pasando por el Reader’s Digest, los cuentos de hadas, la poesÃa española o los mitos grecolatinos. En cuanto a su padre, trabajaba como contador y también disfrutaba con los libros. De ahà que la escritora señale en entrevista: «Venir de una familia de maestros fue muy importante para mà porque pertenezco a una familia de clase media, ilustrada, relativamente, como sucede en el pueblo colombiano, con una veneración por el lenguaje, por la palabra escrita». Analizar una creación desplegada a lo largo de cuatro décadas permite acercarse a una forma de ver el mundo. Su obra va del intimismo neosimbolista y la exploración de la subjetividad caracterÃsticos de su primera época — De cÃrculo y ceniza (1989), Nadie en casa (1994), El hilo de los dÃas (1995)— a la explosión del amor y la vivencia del cuerpo, con imágenes cercanas al surrealismo como hilo estético conductor — Ese animal triste (1996), Todos los amantes son guerreros (1998), Lección de anatomÃa (2006)— y la decantación por la denuncia social en Tretas del débil (2004). Estos poemarios se verán culminados por una fase marcada por la enfermedad y muerte del hijo, conformada por la trilogÃa Las herencias (2008), Explicaciones no pedidas (2011) y Los habitados (2017).