La lengua rota explora los distintos caminos por los que el hombre se disocia de la realidad cuando el lenguaje nos aleja del mundo. Esto tiene, al principio y al final, una lectura política. La verdad también se moldea, se construye en el lenguaje. Es un asunto decisivo saber si, cuando se petrifican los significados y, con ellos, la posibilidad creadora del lenguaje, están emergiendo los rastros de una lógica de poder. Frente a esta emergencia de un poder soberano capaz de justificarse a sí mismo surge la idea de un relativismo amable, que es el propio del ironista. El relativismo amable, inclusivo y democrático, puede ser un antídoto frente a esa tendencia a quebrar el delicado vínculo que une a nuestro lenguaje con la realidad: «El peligro real es que la ruptura del lenguaje con el mundo produzca una fractura social». |