No hace prevalencia Carlos d’Ors de la didáctica ni de la anecdótica en su viaje por la exterioridad de lo literario, es la suya una poética de la espiritualidad, de la ordenación de cuanto intangible y no visible atañe a la condición de la persona; una estructura abstracta, lineal en su estricto horizonte de visiones: el silencio, los caminos marinos, la mercancía sonora de los pájaros, la cerilla que ilumina el tránsito sobre las aguas del olvido. Y tras esa ocupación en lo real, la desobediente actitud del enamorado solar, el poeta testamentario ante el sufrimiento y el gozo, el frecuentador nocturno de las quimeras astrales y de la añoranza. |