Madrid, 1870. Don Rodrigo ha citado a don Claudio, don Serafín y don Cosme para comunicarles que tras el fallecimiento de don Juan Castillo en Cuba, uno de ellos podría ser el beneficiario de su suculenta herencia si logra demostrar el parentesco o, tras un período establecido, dicha fortuna pasaría a la congregación de Las Hijas de María. La ética profesional, el honor, los principios religiosos y la exquisita y depurada educación recibida por los diferentes personajes de la obra, los enfrentará con la tentación de una fabulosa riqueza que se encuentra en Cuba, todavía una colonia española. |