Parece que, por una vez, la suerte le ha guiñado un ojo a Bellón: le encargan un trabajo en el que no necesita ni usar los puños ni intimidar a esos clientes que no quieren pagar a las chicas de esquina. Simplemente tiene que hacer de chófer. Llevar y traer a una mujer y a sus hijos de casa a catequesis, y de catequesis a casa. Fácil. Pero esa palabra no existe en el diccionario de Bellón ya que ella está casada con un tipo turbio. Y lo que es peor, percibe algo en la catequista que nadie más nota. Detrás de los vestidos aburridos y convencionales, detrás de la falda por debajo de la rodilla y la ausencia de maquillaje, Bellón siente el fuego ardiendo voraz dentro de esa mujer. Un fuego por el que es capaz de dejarlo todo. Aunque Bellón sabe que para los tipos como él la vida siempre es de segunda mano. Tráfico de drogas, policías corruptos, asesinatos... Y en el centro de la diana está Bellón, viendo como todo su mundo se desmorona. Aunque para él, la cerveza y la vida deben beberse directamente de la botella. |