La catedral de València fue protagonista de un periodo histórico crucial tanto para la Iglesia local como para el entonces reino, la propia España y la Europa coetánea: el barroco, cuyas formas culturales Fernand Braudel vinculó estrechamente al mundo mediterráneo –del que el marco espacial de nuestra institución fue parte importante– a través de la irradiación de la Roma Católica y la monarquía hispánica, valedora política de la Contrarreforma. Tiempo marcado por una situación de crisis en diversos niveles en un contexto continental de depresión con ingredientes particulares en el territorio valenciano. El impacto de todo ello se dejaría sentir de manera muy especial en la Seo. Empezando por el cabildo metropolitano, destino para los vástagos de ilustres linajes autóctonos que trajeron hasta el templo filias y fobias bajo la especie de un bandolerismo endémico en el reino. Figuras notables en ocasiones que nutrieron el episcopado patrio convertidas en agentes de la corona, empeñada en controlar los mecanismos de la elección capitular con los consiguientes encontronazos habidos a cuenta de ellos, fuera con los mismos canónigos, lo mitra o incluso la Santa Sede.Igualmente polémicas fueron las relaciones del cabildo con los arzobispos de turno, empeñados estos últimos en someter al clero catedralicio bajo el báculo episcopal; o con la Inquisición, que seguía buscando su lugar en el espacio socio-religioso local; e incluso algunas instituciones civiles, el municipio sin ir más lejos. Es decir, conflictos de poder frente a injerencias externas por mantener prerrogativas de todo tipo.No menos notable resultó la penetración en la catedral de los planteamientos contrarreformistas después del Concilio de Trento, así como la modificación de los hábitos mentales y actitudes morales de sus miembros fruto de la nueva regulación canónica. Muchos de estos clérigos compatibilizaron su prebenda en la iglesia mayor con el ejercicio de la docencia en la Universidad a través del desempeño de las cátedras pavordías, participando desde ellas en las dos grandes controversias teológicas postridentinas. Lo sería la generada en torno a la gracia y el libre albedrío. Pero sobre todo la que se librara a la mayor gloria de la Inmaculada Concepción de la Vírgen María, complicada en València con la batalla desatada a raíz de la muerte con fama de santo del popular Pare Simó.Tanto o más importantes fueron los medios de que se sirvió el cabildo metropolitano para influir en la práctica religiosa de los fieles. Desde los más convencionales como la liturgia, la predicación o la música, pasando por el mismo físico de la seo, su arquitectura, pinturas y artes menores, hasta los de carácter extraordinario. Entre los citados en último término ocuparon un lugar privilegiado toda suerte de celebraciones con motivo de beatificaciones, canonizaciones y otras efemérides similares por los demás en el catolicismo de la Contrarreforma, del que se erigieron en bandera frente a las iglesias protestantes. |