Con un lenguaje que bebe del surrealismo -pero que utiliza las imágenes oníricas para sus propios fines expresivos- y con un imaginario pleno de visiones sorprendentes vinculadas a lo acuático, lo marino, lo animal, lo corporal -que se extraña y se naturaliza a un tiempo- y, sobre todo, lo cotidiano, La casa seca es la historia imaginada o intuida de aquellos que nos precedieron, los conociéramos o no; de aquellos que habitaron los espacios que ahora creemos nustros: de aquellos a quienes llamamos familia y de quienes, de forma inevitable, somos herederos. La casa seca constituye una mirada extraña pero también compasiva a nuestros padres y abuelos; un intento de comprender su mundo, su imaginario y sus costumbres desde las nuestras. Un homenaje a los objetos humildes, cotidianos, que devienen símbolos o reliquias. Una reflexión, desde la forma ambigua y abierta de lo poético, sobre el espacio que habitamos, y las personas que nos precedieron en él. |