Detrás de La casa escondida se esconden secretos y sorpresas para el lector. También para una comunidad de personajes que tienen más historia de la que prometen. Sin embargo, el paso del tiempo, tan temido en la cultura contemporánea por lo que nos trae de irreversible –decisiones, vejez, muerte–, acaba revelando una verdad inesperada por medio de situaciones unas veces insólitas y otras de una cotidianidad que suele pasar desapercibida, o ante la que a menudo preferimos volver la cara. En la vida de la mujer solitaria se revela el poso amargo del desamor, o las grandes pasiones que resisten el ritmo lento de los años. La larva de la locura anida en el provocador desorden de un rompecabezas o en la ingenuidad del vagabundo; el horror, en jardines públicos o privados, aparentemente anodinos. Habrá también lugar para el encuentro inesperado, la ilusión y las nuevas oportunidades, por ejemplo mediante el escape del cine o del viaje. Un hombre o decenas de ellos asumen identidades postizas que, de pequeñas mentiras piadosas, pasan a levantar mundos –mejores– con vida propia. En definitiva, este libro reúne historias de seres que se salvan porque entregan, en secreto, su vida a los demás, frente a otras de secretos egoísmos que malogran lo que pretendieron salva |