En su trayectoria ejemplar de apóstol de la buena nueva dramática, Víllora, que es un grandísimo lector, se ha tropezado con innumerables textos narrativos que pedían a voces una dramaturgia. Por ejemplo, la novela Insolación (1889) de doña Emilia Pardo Bazán, una de las estrellas más rutilantes de nuestro firmamento literario decimonónico. Esa obra desarrolla un argumento tan sugestivo como valiente: un girl meets boy con claro y evidente protagonismo de ella sobre él, en el ambiente recatado, pudibundo y asfixiante que reinaba en España durante la Restauración alfonsina. Una historia amorosa en la que Francisca de Asís Taboada, marquesa de Andrade (llamada Asís a secas a lo largo de la novela), una gallega treintañera y viuda que padeció un matrimonio de conveniencia, se tropieza en casa de una amiga con Diego Pacheco, un apuesto gaditano con ribetes donjuanescos, y a partir de ese encuentro, y de una serie de idas y venidas a lugares de esparcimiento popular madrileño, (...) ambas mitades de la misma naranja van a soldarse en un único ser por obra y gracia del dios Eros. Un estilo envidiable, unos diálogos magníficamente resueltos, la confección de un prólogo y un epílogo que ahorman de manera especialmente inteligente el curso de la acción dramática... Todo eso, y más, podrá encontrarse en esta Insolación de Pedro Víllora, que ha traído hasta el siglo XXI el aroma de libertades femeninas que exhalaba la Insolación original, y que ahora visita los anaqueles de las librerías españolas para difundir, en pulquérrimo castellano, aquel mensaje de fi esta y de vida que constituye la razón de ser del teatro. |