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Los diversos estudios recogidos en este volumen bajo el tÃtulo Hegel y el reino del espÃritu se polarizan en el núcleo central del pensamiento especulativo de Hegel, donde se integra la doble tradición filosófica del sustancialismo griego y la subjetividad moderna, mediadas por el cristianismo de la Reforma. Hegel representa, pues, el lugar de consumación de la historia de la metafÃsica occidental, cerrando la lÃnea axial de desarrollo AristótelesLeibnizidealismo alemán, al acuñar de modo definitivo la relación ontológica del fundamento la “ontoteologÃa”, como la ha llamado Heidegger, donde se lleva a cabo la reconciliación en el tiempo entre lo infinito y lo finito. El nombre propio de esta enorme empresa intelectual es precisamente reino del espÃritu. La palabra “espÃritu” nos resulta hoy devaluada, tanto por su abuso retórico en contextos idealistas como por la actitud desdeñosa de casi dos siglos de materialismo, positivismo y utilitarismo, fundidos con frecuencia en una polÃtica pragmática de la eficiencia. Pero el espÃritu no es una abstracción exangüe, como ha pretendido hacernos creer la filosofÃa materialista de inspiración feuerbachiana marxista cuya crÃtica, dicho sea de paso, paradójicamente ya está anticipada en Hegel, ni tampoco el ensueño de un humanismo ebrio de subjetividad, al modo romántico, que también fue objeto del acerado criticismo hegeliano. Por decirlo de un modo sumario, espÃritu significa la unidad de tres dimensiones fundamentales, caracterÃsticas de la modernidad: 1ª) la realización de la libertad en el mundo, en cuanto mundo de y para el hombre, por obra de la intersubjetividad que trabaja, actúa y dialoga; 2ª) la fundación de la comunidad racional del acuerdo y el reconocimiento recÃproco y 3ª) la instauración de los derechos y las libertades modernas en la eticidad del Estado. Obviamente, ha quebrado la unidad sistémica de estas tres grandes lÃneas, según la concibió Hegel, pero sigue abierta la dinámica histórica de su sentido, en el nuevo contexto de un pensamiento postmetafÃsico. DecÃa Maurice Merleau-Ponty que “dar una interpretación de Hegel es tomar posición sobre todos los problemas filosóficos, polÃticos y religiosos de nuestro tiempo” (Sens et non-sens). Eso era plena verdad en 1947, en la pleamar del marxismo europeo y ante la resaca del neopositivismo, dos movimientos antihegelianos, y frente al auge del existencialismo como la sacudida del pensamiento romántico, al que tan ásperamente habÃa criticado Hegel. Pero no es menos verdad hoy, cuando la FenomenologÃa hermenéutica (Heidegger/Gadamer) y el Pensamiento crÃtico (Habermas y Apel) intentan llevar a cabo una reforma de la filosofÃa sobre la base, respectivamente, del dialogismo, inspirador de toda dialéctica abierta, y la pragmática trascendental de la acción comunicativa. Un lector avisado podrá entrever lo que perdura del espÃritu hegeliano en esta empresa, aun cuando ya sin el aura de su consagración metafÃsica.